LOURDES. UNA EXPERIENCIA UNICA
Laura Bolta Sanmateu
Castellón 26 de Junio de 2009. Partimos en autobús un montón de compañeros cargados de emociones, ilusión y expectativas, con destino Lourdes. Eran las 7 de la tarde y, después de unas 12 horas de trayecto, llegamos a nuestro destino.
Creía que Lourdes sería un pueblo muy pequeño, donde la labor principal de las gentes del mismo no era otra que estar con los enfermos que, gracias a su Fe, se encontraban allí congregados.
Sin embargo, me encontré con un pueblo bastante grande y que vive el día a día del mismo modo como nosotros lo hacemos en el nuestro.
Aún a pesar del largo viaje, llegamos con ilusión y con ganas de empezar a trabajar. De inmediato nos fuimos al hospital para recoger a los enfermos. Por el camino, comprobé que existían miles de comercios donde podías encontrar infinidad de rosarios, estampas de la Virgen, Agua de Lourdes, etc. Estas tiendas me llamaron especialmente la atención ya que se encontraban unas al lado de las otras y prácticamente eran idénticas.
Mas tarde llegamos a la Plaza de la Virgen Coronada, lugar enorme y especialmente bonita, con la Catedral enfrente.
Ya, después de cruzar el puente, llegamos al hospital y allí me encontré y conocí a muchísima gente nueva que venía de la provincia de Castellón. Creía que no seríamos muchos los jóvenes que viajaríamos a Lourdes, y me dí cuenta de mi enorme error; estaba llenísimo de gente joven, de Castellón, Barcelona, Madrid... y todos con un entusiasmo y alegría contagiosa. Todos deseaban empezar a ayudar y disfrutar.
A los enfermos les subíamos en unos carros y les llevábamos a celebrar la misa, a la gruta donde la Virgen se apareció a los pastorcillos, al Vía Crucis, a las piscinas...
Puede parecer que esto podría ser cansado, pero no era así. Hablábamos con los enfermos -muchos gente maravillosa-, les ayudábamos en todo aquello que pudieran necesitar, intentábamos entretenerlos y también aprendías de ellos; nos daban consejos, nos contaban historias... era hasta divertido. Otros, con los más callados, nos las teníamos que ingeniar para darles conversación, pero eran los menos. Al final, se generó un vínculo maravilloso entre ellos y nosotros y nos hicimos un montón de fotos de recuerdo.
Después de recorrer todas aquellas zonas, de conocer a tantas nuevas gentes, de experimentar nuevas experiencias... me di cuenta de que estaba equivocada al respecto de Lourdes. Este pueblo está rodeado de un paisaje precioso y es increíble los miles y miles de personas de todo el mundo que, cargados de Fe Cristiana, recorren enormes distancias para ayudar y para ser ayudados.
Cuando finalizábamos nuestro “trabajo”, los jóvenes nos reuníamos para tomar algo, hablar de las experiencias del día, comentar los planes para el día siguiente... incluso un día nos fuimos a la feria.
Más tarde, cuando todos los locales se cerraban, íbamos a la Gruta, todos en silencio, a rezar y dar gracias a la Virgen. Estábamos todos cansados, pero aún a pesar de ello, nos lo pasábamos genial.
Fueron cuatro días excepcionales e inolvidables en los que me lo pasé genial. No existían malas caras o cansancio... estábamos todos increíblemente satisfechos, orgullosos y felices sabiendo que todo lo que hacíamos era para ayudar a aquellos que lo necesitan, dándoles ánimos, entretenimiento y convertir el dolor y la pena en alegría y dicha.
Ha sido una experiencia inolvidable, que me ha enseñado, nos ha enseñado a todos, que no todo en el mundo es de color de rosa. Hay gente que sufre; hay gente que tiene una Fe enorme que es capaz de hacer posibles los imposibles y que nosotros podemos ser parte de ese esfuerzo, ayudando con nuestras humildes manos a esas gentes que lo necesitan. Y la recompensa es mucha... muchísima. Sólo viendo sus caras de emoción, de amor hacia la Virgen, su cariño y agradecimiento hacia todos nosotros... no existe recompensa más grande.
Si Dios me lo permite, sin ninguna duda VOLVERÉ.
Laura Bolta Sanmateu
Vila-real a doce de Julio de 2009.
Laura Bolta Sanmateu
Castellón 26 de Junio de 2009. Partimos en autobús un montón de compañeros cargados de emociones, ilusión y expectativas, con destino Lourdes. Eran las 7 de la tarde y, después de unas 12 horas de trayecto, llegamos a nuestro destino.
Creía que Lourdes sería un pueblo muy pequeño, donde la labor principal de las gentes del mismo no era otra que estar con los enfermos que, gracias a su Fe, se encontraban allí congregados.
Sin embargo, me encontré con un pueblo bastante grande y que vive el día a día del mismo modo como nosotros lo hacemos en el nuestro.
Aún a pesar del largo viaje, llegamos con ilusión y con ganas de empezar a trabajar. De inmediato nos fuimos al hospital para recoger a los enfermos. Por el camino, comprobé que existían miles de comercios donde podías encontrar infinidad de rosarios, estampas de la Virgen, Agua de Lourdes, etc. Estas tiendas me llamaron especialmente la atención ya que se encontraban unas al lado de las otras y prácticamente eran idénticas.
Mas tarde llegamos a la Plaza de la Virgen Coronada, lugar enorme y especialmente bonita, con la Catedral enfrente.
Ya, después de cruzar el puente, llegamos al hospital y allí me encontré y conocí a muchísima gente nueva que venía de la provincia de Castellón. Creía que no seríamos muchos los jóvenes que viajaríamos a Lourdes, y me dí cuenta de mi enorme error; estaba llenísimo de gente joven, de Castellón, Barcelona, Madrid... y todos con un entusiasmo y alegría contagiosa. Todos deseaban empezar a ayudar y disfrutar.
A los enfermos les subíamos en unos carros y les llevábamos a celebrar la misa, a la gruta donde la Virgen se apareció a los pastorcillos, al Vía Crucis, a las piscinas...
Puede parecer que esto podría ser cansado, pero no era así. Hablábamos con los enfermos -muchos gente maravillosa-, les ayudábamos en todo aquello que pudieran necesitar, intentábamos entretenerlos y también aprendías de ellos; nos daban consejos, nos contaban historias... era hasta divertido. Otros, con los más callados, nos las teníamos que ingeniar para darles conversación, pero eran los menos. Al final, se generó un vínculo maravilloso entre ellos y nosotros y nos hicimos un montón de fotos de recuerdo.
Después de recorrer todas aquellas zonas, de conocer a tantas nuevas gentes, de experimentar nuevas experiencias... me di cuenta de que estaba equivocada al respecto de Lourdes. Este pueblo está rodeado de un paisaje precioso y es increíble los miles y miles de personas de todo el mundo que, cargados de Fe Cristiana, recorren enormes distancias para ayudar y para ser ayudados.
Cuando finalizábamos nuestro “trabajo”, los jóvenes nos reuníamos para tomar algo, hablar de las experiencias del día, comentar los planes para el día siguiente... incluso un día nos fuimos a la feria.
Más tarde, cuando todos los locales se cerraban, íbamos a la Gruta, todos en silencio, a rezar y dar gracias a la Virgen. Estábamos todos cansados, pero aún a pesar de ello, nos lo pasábamos genial.
Fueron cuatro días excepcionales e inolvidables en los que me lo pasé genial. No existían malas caras o cansancio... estábamos todos increíblemente satisfechos, orgullosos y felices sabiendo que todo lo que hacíamos era para ayudar a aquellos que lo necesitan, dándoles ánimos, entretenimiento y convertir el dolor y la pena en alegría y dicha.
Ha sido una experiencia inolvidable, que me ha enseñado, nos ha enseñado a todos, que no todo en el mundo es de color de rosa. Hay gente que sufre; hay gente que tiene una Fe enorme que es capaz de hacer posibles los imposibles y que nosotros podemos ser parte de ese esfuerzo, ayudando con nuestras humildes manos a esas gentes que lo necesitan. Y la recompensa es mucha... muchísima. Sólo viendo sus caras de emoción, de amor hacia la Virgen, su cariño y agradecimiento hacia todos nosotros... no existe recompensa más grande.
Si Dios me lo permite, sin ninguna duda VOLVERÉ.
Laura Bolta Sanmateu
Vila-real a doce de Julio de 2009.